24 de noviembre de 2008

Lo que es de todos es de cada uno


En La Paz se está generando un proceso ciudadano notable: una toma de conciencia sobre la ciudad, el bienestar colectivo y el desarrollo económico. La forma que ha tomado este proceso es aún indefinible, pero tiene que ver con la inteligencia, el amor a la naturaleza y al prójimo, y una esperanza, también difusa aunque positiva.

En su consecuencia es una crítica del modelo económico basado en la construcción de fraccionamientos costeros para extranjeros. En su causa hay elementos políticos: el modelo ha propiciado una separación social indignante: la riqueza colectiva se ha privatizado o se quiere privatizar en beneficio de unos cuantos con la anuencia de quienes detentan el poder público.

Los afectados por esta toma de conciencia ciudadana son quienes creen que lo que es de todos es de nadie: una generación de nuevos ricos que no quieren a su ciudad ni a su tierra, y mucho menos a sus vecinos. La experiencia de la privatización de las tierras públicas en El Mogote en 2001 por parte del gobierno del estado y el comportamiento de los constructores de Paraíso del Mar a lo largo de siete años fueron un ejemplo ampliamente difundido. Su repetición constante en otros desarrollos inmobiliarios dejó una clara asociación que ha podido confirmarse en los proyectos del Cerro de la Calavera (otro símbolo natural en proceso de destrucción), El Caimancito, Costa Baja, La Gaviota, Balandra (ahora propiedad social de los paceños), El Coyote, El Rosario-La Sorpresa, Punta Arena-La Ventana y el condohotel de nueve pisos del Malecón. Hay una poco sana relación entre gobernantes y “desarrolladores”.

El gobierno municipal también ha mostrado cuál es su papel en este negocio: cobra los impuestos y derechos de ley a estos desarrollos de lujo como si fueran terrenos baldíos sin desmontar o, en el peor de los casos, no les cobra nada: el XII Ayuntamiento, para dar el más caro ejemplo, debió exigir en efectivo el valor comercial del diez por ciento de los lotes de Paraíso del Mar (27 hectáreas) y hubiera recibido varios cientos de millones de dólares por ese motivo. De haberlos pagado, Paraíso del Mar quizá habría convencido a La Paz de que deseaba sinceramente contribuir al desarrollo de la ciudad. Pero no. Entregó cien hectáreas de monte, lejos de la costa, entre el ejido Chametla y El Centenario, y el XII Ayuntamiento, presidido por Víctor Castro Cosío, aceptó este desigual intercambio aunque violaba la Ley Estatal de Desarrollo Urbano (Art. 74, párr. II).

¿Por qué ninguno de los poderes públicos de B.C.S. y sus municipios se hicieron socios de estos desarrollos turísticos si las perspectivas de inversión eran tan buenas y lo que se utilizaba eran terrenos públicos? Seguramente el razonamiento fue: “si lo que es de todos es de nadie, y la Constitución federal, la estatal y las leyes municipales dicen que lo que es del gobierno es de todos, entonces lo que es del gobierno es de nadie y no hay que cuidarlo: hay que privatizarlo.”

Si cuentan con este apoyo estatal y municipal, y son favorecidos por el poder público como nadie en este estado, ¿por qué entonces se quejan tanto los “desarrolladores”?

Recientemente algunos de ellos han insistido en culpar a “los ambientalistas” de detener o intentar obstruir el desarrollo económico de la ciudad. ¿Son “los ambientalistas” quienes han puesto obstáculos a Paraíso del Mar de Gravi, al condohotel de Decope o al Fideicomiso F/934 Deutsche Bank México propietario de Entremares? No.

Hacen bien estas voces en atribuirles tanta fuerza a un grupo cada vez más grande de ciudadanos de La Paz que participan con sus conocimientos y sus opiniones en la revisión de estos proyectos de gran impacto para la ciudad. Pero aún no se ha visto un solo “ambientalista” que haya detenido un “desarrollo”. Quienes lo han hecho han sido unas entidades abstractas, poco conocidas y usualmente ignoradas: las leyes.

La mayoría de las veces, aprovechando su cercanía con los gobernantes, los desarrolladores se preocupan mucho en no cumplirlas y los gobernantes se ocupan poco en hacer que se cumplan. Por ello los ciudadanos se ven obligados a exigir y a estar atentos a su cumplimiento, y a recordar a funcionarios y desarrolladores sobre las responsabilidades civiles, administrativas y penales de sus omisiones.

Lejos de ser una molestia, los “ambientalistas” deberían ser reconocidos por utilizar su tiempo libre, gratuitamente, para promover el estado de derecho en Baja California Sur y en La Paz. ¿Habría promovido por sí mismo el fideicomiso F/934 Deutsche Bank México la consulta pública sobre su proyecto Entremares? ¿Habría hecho lo mismo la empresa Gravi para solicitar su opinión a los pobladores de La Paz sobre el camino de acceso a El Mogote, recientemente clausurado por violar la ley? ¿Decope hubiera detenido la construcción de su torre en el malecón?

Tuvieron que ser obligados por la ley.

A empresarios como estos, que piensan que los habitantes de La Paz deben callar y obedecer, cada vez les será más difícil vender el paisaje, los recursos naturales y la tranquilidad de los paceños. Cada vez más habitantes de esta ciudad saben que no deben confiar ni en la competencia ni en la fidelidad de los “servidores públicos” hacia los intereses colectivos, ni en las engañosas promesas de “empleos y bienestar” que se asocian a las inversiones en fraccionamientos costeros para extranjeros y que en la actual crisis han quedado desnudas en su verdadera naturaleza.

Han sido muchos años de discursos y acciones huecas de una fosilizada clase política y un pequeño sector empresarial estimulando y defendiendo un modelo excluyente. Ahora tenemos por sus acciones y omisiones una serie de problemas que están a la vista y que requerirán de mucha creatividad para resolverlos. Pero, he aquí lo interesante: nunca La Paz había tenido tantos cerebros y corazones dispuestos.

7 de noviembre de 2008

Los regidores y el condohotel de nueve pisos


El día jueves 6 de noviembre de 2008, los regidores, la síndico y la presidenta municipal del XIII Ayuntamiento de La Paz recibieron en comparecencia al Director de Desarrollo Urbano y Ecología municipal, Marco Antonio Domínguez Valles, para que les informara sobre el proceso técnico de autorización del proyecto del Condohotel que la empresa Decope desea construir en el Malecón con más de los cuatro niveles o doce metros que le autorizan las leyes municipales.
El promovente del proyecto inmobiliario, Carlos Estrada, solicitó hace meses al Ayuntamiento de La Paz su aprobación. Esta solicitud fue acompañada de un dictamen técnico favorable del director Domínguez Valles, respaldado a su vez en las “opiniones técnicas” del Colegio de Arquitectos de La Paz y en un comité de imagen urbana municipal constituido según “usos y costumbres” (una figura jurídica inexistente en Baja California Sur), a decir del propio director de Desarrollo Urbano.
Ante la urgencia del señor Estrada —es decir, de un solo ciudadano de La Paz— y la rara disposición del Ayuntamiento para aprobar sin ningún cuestionamiento su proyecto del edificio de nueve niveles en la zona del Malecón, un grupo de nueve regidores (de trece) solicitaron esta comparecencia que duró poco más de dos horas.
Lo expresado ahí es muy significativo porque los regidores pueden, al autorizar la construcción de este edificio, cambiar radicalmente el aspecto, el uso y el destino del principal paseo de los habitantes de La Paz y el mayor atractivo turístico de esta ciudad.
Precisamente, quienes más énfasis ponen en las características de la zona del proyecto son los promoventes del edificio. No se trata sólo de Carlos Estrada: el regidor Carlos Garzón y la presidenta municipal Rosa Cota en declaraciones públicas lo han mencionado, y lo subraya también el “dictamen técnico” de la Dirección de Desarrollo Urbano y Ecología municipal. Señalan que su ubicación urbana y la vista de la Ensenada de La Paz que permite es lo que daría valor a la inversión. Por este valor agregado en provecho de un individuo, queda implícito, vale la pena eliminar la planeación urbana de la ciudad.
En esta sesión de Cabildo del 6 de noviembre, repetidas veces el director de Desarrollo Urbano dijo que el proyecto de condohotel de 9 pisos no estaba acorde con el Plan de Desarrollo Urbano (PDU) de La Paz aprobado hace pocos meses y registrado hace pocos días. Sin embargo, también repetidas veces, cuestionó la falta de homogeneidad en las leyes y normas municipales, los vacíos jurídicos y normativos y la carencia de patrones de medidas (“dígame, señor regidor, qué es alto o bajo impacto, déme una definición jurídica que pueda usar”, le exigió al regidor Manuel López). Por ello sólo puede calificarse como brillante para un arquitecto, pero extremadamente maliciosa para un servidor público, la manera cómo defendió su aprobación al proyecto de nueve pisos subrayando que era un dictamen “técnico” cuando lo que hizo fue interpretar, siguiendo su criterio personal y el de otras personas favorables al promovente (como el presidente del Colegio de Arquitectos que trabaja directamente para Decope), las leyes y normas municipales que antes había calificado de imprecisas.
No sorprendió al Cabildo que el director Domínguez afirmara que el promovente Carlos Estrada no hubiera entregado todavía el proyecto ejecutivo del condohotel de nueve pisos. ¿Cómo se hicieron entonces los dictámenes favorables si no se tuvo toda la información relativa al caso? En otro momento la regidora Rosa Montaño preguntó al director por qué sólo había considerado las opiniones a favor en su dictamen, sin considerar las opiniones en contra de un sector creciente de la sociedad civil paceña. Domínguez respondió que a él no le había llegado “por oficio” alguna de esas opiniones. Pero no aclaró tampoco si la había convocado, por oficio, a hacerlo. Seguramente ninguna ley ni reglamento se lo ordena, por supuesto.
Hasta el momento, ni la dirección de Desarrollo Urbano y Ecología, ni el Cabildo ni alguna otra dependencia municipal ha puesto a disposición del público mayor información sobre el edificio de nueve niveles que la aparecida en la prensa, y la falta de sensibilidad social de los promoventes es irritante. El regidor Carlos Garzón, por ejemplo, había dicho en un programa radiofónico que el proyecto de condohotel de nueve pisos se aprobaría sin duda, aunque habría que tropezarse “con algunas piedras sociales”. En esta comparecencia, sin embargo, su participación fue discretamente medida sólo para implicar la subordinación del PDU y las leyes municipales que impiden la construcción de edificios con más de cuatro pisos en el Malecón, ante la supremacía de la ley estatal. No mencionó que ésta es muy general, justamente, porque supone que los Ayuntamientos harán planes precisos de ordenamiento como el PDU.
Además de Carlos Garzón, muy vinculado al sector de la construcción que lidera Decope, expresaron su opinión a favor del edificio de nueve pisos en el malecón los regidores Edna Durán, Óscar Castro y Ventura Moyrón. La regidora Durán criticó la miopía de quienes habían hecho un Plan de Desarrollo Urbano que impedía que La Paz fuera como muchas otras ciudades de México y el mundo (no mencionó cuáles) y que los empleos eran necesarios: “no es posible que nuestros egresados profesionistas anden de empacadores o acomodadores en las tiendas de autoservicio”. En el mismo tenor, los regidores Castro y Moyrón hablaron de la politización del asunto y de la importancia de darle prontitud a la decisión “para dar certidumbre a los inversionistas”. “Ya se nos fue una inversión muy buena”, expresó Castro, sin precisar más.
Los regidores apenas mencionaron lo que significa la planeación urbana como estrategia económica y el proceso social que significó la creación del Plan de Desarrollo Urbano (en el que participó destacadamente Decope) que ahora se quiere desechar para favorecer a una empresa o a un individuo. No se formuló la pregunta de por qué el Cabildo, el Ayuntamiento y las leyes municipales deben adaptarse a un solo inversionista y a su visión económica, en lugar de exigirle que adecue su proyecto a los cuatro niveles (o 12 metros) bien justificados del PDU, ni por qué el grueso de la sociedad paceña tiene que subordinarse a los objetivos económicos del sector empresarial, de la construcción o de los servicios turísticos de este municipio.
Es cierto que estos grupos son los más organizados: pero es porque son muy pocos individuos. También es verdadero, aunque relativo, que con sus negocios mueven una parte importante de la economía local (no toda), pero esto lo hacen por lucro personal y no por otorgar un beneficio colectivo. Dejar que conduzcan el destino de todos, la planeación de la ciudad y el orden jurídico no puede ser bueno ni para ellos mismos.
Con este asunto del condohotel de nueve pisos, en resumen, los regidores y la presidenta municipal, por su propio gusto, se encuentran determinando su futuro como conductores de la vida colectiva de este municipio.