8 de diciembre de 2010

Una búsqueda de armonía social y ambiental para Sudcalifornia

Entrevista a Susana Mahieux sobre la fundación y primeros años de la Sociedad de Historia Natural Niparajá, A.C.

Así como con los bienes, hay herencias que son inmateriales e incluso más valiosas que las materiales. El caso de la Sociedad de Historia Natural Niparajá, A.C., lo comprueba. Pero sólo quien conozca el vínculo íntimo de la primera presidenta de su Consejo Directivo con esta California y la conservación de su naturaleza podrá tener lo que los estadunidenses llaman la pintura completa, expresada en apenas una pequeña parte del cuadro entero.

Susana Mahieux, presidenta de Niparajá durante sus primeros 19 años, nació en Santa Rosalía, la ciudad minera al norte de Baja California Sur fundada en 1885 por la empresa francesa El Boleo. Su padre Pedro Mahieux fue el último director de la mina y ella nació apenas cuatro años antes de que estallara la segunda guerra mundial. La ocupación que Alemania hizo de Francia, los estragos de la liberación por los Aliados y las turbias noticias que llegaban cada vez más explícitas sobre los horrores que vivía Europa hicieron que su familia intentara traer a los suyos a vivir junto al Golfo de California.

El ingeniero francés siempre tuvo un gran amor por su nueva tierra, el monte, la vida silvestre, la vida en los ranchos. Fue contagioso. Cuando cerró el Boleo en 1954 se mudó a Sonora, llevando consigo parras de la misión de Loreto y San Ignacio. En Sonora estableció plantaciones de vid que muchos imitaron. En poco tiempo se empezó a producir en Hermosillo el brandy Pedro Domecq en una planta llamada Pedro Mahieux. Los dos Pedros se hicieron muy amigos y Pedro Domecq, el iniciador de la fundación conservacionista Pronatura, invitó al ingeniero a incorporarse en las acciones de la organización. En ese tiempo Pedro Mahieux también se involucró en la experimentación del cultivo de salicornia en Bahía de Kino. La salicornia se regaba con agua de mar y cuando le devolvieron sus tractores todos oxidados no le importó, el experimento había sido un éxito.

Hacia 1990 Pronatura seguía siendo una organización de base (grassroot, como dicen los anglosajones), y en el Noroeste de México estaba instalada sólo en Sonora. Como al resto de América Latina, en esos años había llegado a México la preocupación ambiental como un discurso apolítico que daría origen a muchas organizaciones de la sociedad civil en la década siguiente.

En los noventa, sin embargo, las organizaciones fueron muy pequeñas, constituidas esencialmente por sus consejeros. En la década siguiente, gracias a las cláusulas ambientales del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, grandes fundaciones estadunidenses financiaron los programas de las ONG conservacionistas mexicanas. En ocasiones lo hicieron a través de otras fundaciones mexicanas u otras ONG estadunidenses. Pronto, en muchos casos, estas últimas fueron reemplazadas por un trato directo con las fundaciones extranjeras o nacionales.

Podría decirse que Niparajá comenzó cuando estaba compuesta por tres consejeros, un coordinador y un contable (esto es, en 2001), pero se hizo presente desde la primera semana siguiente a su conformación oficial el 27 de noviembre de 1990.

Cabe decir que ésta es la virtud inicial de Niparajá. Su conformación primero fue de hecho y sólo tiempo después fue de derecho. La fundación se hizo en presencia de varias personas, entre ellas Enrique Hambleton, la propia Susana Mahieux, el ciudadano mexicano Thimoty Means; los académicos universitarios Fermín Reygadas, Juan Guzmán y Luis Herrera Gil. La primera acción de Niparajá fue reunir a personas interesadas en el medio ambiente. Vinieron de Santa Rosalía y Loreto, acudieron también científicos locales, representantes de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (sarh) y el jefe de zona de la Armada de México.

A Susana le tocó lidiar con la molestia (todavía muy de esta época) de ser preguntada por personas que se sorprendían al ver a una mujer en su puesto de presidenta de una organización civil.

En sus palabras confiesa que comenzaron teniendo una visión muy parcial del conjunto. Pero fue por atacar la problemática más inmediata que consiguieron hacerse la pintura completa. “Se hablaba ya de cambio climático global, pero nosotros comenzamos preocupados por la basura, los plásticos que caen al mar, los lobos marinos ahogados por enredarse en mallas o piolas.”

Puede servir como ejemplo de esta ingenuidad contar que uno de los temas tratados en la primera reunión eran las hieleras llenas de pescado —capturado por ellos mismos— que los turistas se llevaban . “El entonces representante del Centro de Investigación Pesquera, Luis Flesher, prácticamente nos regañó por nuestra falta de visión comprehensiva, explicándonos que el problema era la falta de vigilancia, la pesca furtiva, la depredadora pesca industrial y la contaminación en las costas, no unas hieleras.”

El trabajo comenzó con la educación ambiental, visitando a los quinto y sexto años de las escuelas de La Paz, contando sobre la naturaleza, las maravillas que había bajo la superficie del mar y en los cerros y valles enmontados, las maravillas que todavía hay y las que tal vez no estén en el futuro si no las cuidamos ahora. Fue un esfuerzo entusiasta de cerca de ocho participantes, dos días a la semana y pronto generó cansancio en la mayoría.

Como conclusión a esta etapa convocaron a un concurso para que los niños de quinto y sexto años escribieran un mensaje sobre la protección del medio ambiente. Recibieron 600 participaciones y el primer reconocimiento se le otorgó a una niña de San José de Magdalena. Cuenta Susana que estaban en la antesala de la televisora de Francisco King (Tim Means había comprado una bicicleta para que fuera el primer premio y Susana unas mochilas como premios secundarios). Luego de unas cuantas preguntas a la niña descubrieron que la autora intelectual del escrito había sido su madre, lo que bien mirado ofrece otra perspectiva de los buenos resultados obtenidos. La gran difusión que tuvo Niparajá gracias a este concurso tuvo como aderezo que el grupo Maná les precedió en el estudio de televisión cuando hicieron entrega del premio.

Uno de los primeros donativos que recibió Niparajá fue de la Secretaría de Turismo federal. Cinco mil dólares con los que establecieron un fondo para la elaboración de un libro. La manera como abordaron Susana y Enrique Hambleton al secretario de turismo federal es representativa. Le habían avisado a éste que Susana y Enrique lo buscarían durante su comida con el gobernador Víctor Liceaga. Cuando ellos llegaron a plantearle el asunto que les ocupaba en esos meses —la contaminación producida por la termoeléctrica de Punta Prieta en La Paz—, el secretario buscó algo en sus bolsillos. Seguramente tenía una respuesta que había preparado para el caso. Pero no la encontró y sólo atinó a decir que en Manzanillo las cosas estaban “mucho más difíciles”.

Un gran número de personas dieron su tiempo en esta primera década. Todo era trabajo voluntario y por ello era ligeramente disperso. En cierto momento se dieron cuenta que la educación ambiental, aunque muy necesaria, tenía resultados a largo plazo y comenzaron a concentrarse en resultados más mediatos aunque de problemas muy grandes.

El punto de quiebre fue la edición impresa del Diagnóstico ambiental de Baja California Sur, primero de su tipo en Sudcalifornia. Se trataba de un documento promovido en cada estado del país por la Fundación Mexicana para la Educación Ambiental. Luego de un mes de empezados los trabajos sobre el libro, esta organización pidió a Niparajá que aportara un peso por cada dos que ella pondría. Fue un momento difícil porque Fermín Reygadas, quien estaba a cargo del libro, había dado mucho de su tiempo y no tenían dinero propio para compensarlo. Así la posibilidad de hacer el Diagnóstico se tambaleó. De dos académicos que harían la coordinación del estudio, terminó siendo un esfuerzo —insuficiente, a decir de ella misma— de Susana como editora. La mayoría de los autores de los capítulos seguían el método novohispano de citar una gran cantidad de autores de otras obras; y se resistían a colocar sus dudas o a hacer explícita la falta de investigación sobre los temas ambientales. Pese a los defectos, el estudio demostró cuánto había por investigar en Baja California Sur para conocer el verdadero estado de la naturaleza marina y terrestre y los efectos negativos de las acciones humanas sobre ella.

El diagnóstico fue presentado ante la primera secretaria de Medio Ambiente de México, Dra. Julia Carabias. La suerte dispuso que el primer libro que se le envió —previo a la presentación— tuviera todas las hojas en blanco. Pero el libro fue muy bien recibido y dio a Niparajá un reconocimiento muy importante que le permitió tener la confianza de las fundaciones conservacionistas más grandes.

Hacia el año 2000, se recibió el primer donativo para crear reservas ecológicas. La donación involucraba que miembros del Consejo de Niparajá asistieran a conferencias y talleres en Estados Unidos sobre la compra de tierras estratégicas para disminuir el tamaño de los desarrollos turísticos residenciales que estaban (y siguen) proyectados para construirse en las costas. La especulación inmobiliaria con bienes raíces estaba (y sigue) afectando los litorales de muchos países, como España o Costa Rica, y casi todos los estados del Golfo de California. Esto era especialmente evidente en La Paz desde el año 2000, cuando se anunciaron los proyectos de Costa Baja, Paraíso del Mar y Balandro, entre otros, todos adyacentes a la ciudad capital, pero también fuera de la Bahía de La Paz, hacia el norte y hacia el sur.

El donativo y la capacitación permitieron la creación del primero de los programas de conservación de Niparajá enfocado en los procesos de la tierra, sociales y ambientales. Actualmente es un proyecto que ha establecido 4,667 hectáreas para conservación o aprovechamiento sustentable en el corredor San Cosme-El Mechudo, y ha participado de manera esencial en los procesos de ordenamiento ecológico del territorio y el apoyo a la organización de las comunidades de pescadores, pequeños propietarios, ejidatarios o rancheros en la zona.

(Cabe aquí explicar por qué algunas organizaciones conservacionistas compran tierras para convertirlas en reservas ecológicas. Las tierras que son propiedad de Niparajá no se pueden volver a vender. Por su naturaleza constitutiva como sociedad sin fines de lucro bajo las leyes mexicanas, en el caso de que la organización se extinga, estos bienes inmuebles sólo podrán ser transmitidos en donación a otra organización de la sociedad civil similar, quien tampoco podrá enajenarlos. Con esta disposición se asegura la continuidad del propósito que se le confirió al uso de la tierra desde el principio. Los gobiernos federal y estatal, y los ayuntamientos, también tienen esta facultad: la creación de áreas protegidas y la expropiación por causa de interés público.)

Para Susana, el problema principal en Baja California Sur es la falta de gobernanza: la falta de eficacia, calidad y buena orientación de las políticas públicas, para beneficio colectivo y para un óptimo desarrollo de la sociedad. Y señala que Niparajá ha sido una organización que siempre solicita y escucha a los científicos y especialistas antes de ofrecer sus observaciones críticas o proponer soluciones. Un ejemplo sintético es el tema del agua, el recurso más importante y el más escaso en esta entidad. Niparajá ha establecido una relación de varios años con universidades e institutos científicos del estado de Arizona, E.U., porque es una entidad que tiene condiciones de escasez de agua similares a Sudcalifornia y superaron el reto de eficientar la administración del recurso en sus organismos paraestatales. “¿Por qué resolvieron estos que son los mismos problemas que tenemos nosotros? Porque tienen sectores independientes y profesionales para ocuparse del agua”, señala.

(Aquí puede recordarse esta anécdota. Una vez Niparajá invitó a dos especialistas en recursos hídricos de la embajada de Francia en México que colaboraban con la Comisión Nacional del Agua. Funcionarios públicos y consejeros volaron con los invitados, para ver directamente las zonas de captación de agua en la Sierra de la Laguna. En la plática —dentro de la cabina— uno de los investigadores franceses preguntó al entonces director del organismo operador del sistema de agua potable local cuál era el porcentaje de fugas en la red de la ciudad de La Paz. Éste contestó: “diez por ciento”. Sorprendido, el investigador comentó que era una red más eficiente que la de cualquiera de los países más tecnificados de Europa.)

Niparajá también ha colaborado para fortalecer la presencia y los recursos científicos del Comité Técnico de Aguas Subterráneas de La Paz, un cuerpo ciudadano en el que participan académicos y usuarios que se reúne periódicamente con los especialistas de Arizona y otras partes del mundo. Es un modelo que se utiliza en distintas variantes en todos los programas de Niparajá: escuchar a los especialistas y a los ciudadanos interesados o involucrados; y ser un coadyuvante de la creación de gobernanza y desarrollo y armonía sociales como indispensables para la protección de los ecosistemas.

Para Susana ésta es precisamente la principal cualidad de Niparajá: ser una organización ciudadana con raíces locales, que establece sus propios programas y proyectos, y que cuenta con un excelente personal.

Con todo lo que ha pasado en estos 20 años en Baja California Sur, México y el mundo, Susana se anima a proyectar sus deseos sobre el trabajo que sigue para Niparajá: “¿Cómo me gustaría ver a Niparajá en el futuro? Como un generador y promotor de ideas y soluciones para los problemas ambientales de Baja California Sur; lo que los anglosajones llaman un think-tank, analizándolos con una visión más allá de lo inmediato o de un plazo de veinte años.”

“Los efectos del cambio climático, la progresiva escasez del agua dulce y el desmedido desarrollo turístico residencial en los litorales son asuntos graves para nuestra región que debemos analizar y comenzar a enfrentar. También podemos participar en el desarrollo social de Sudcalifornia con acciones puntuales, mostrando la eficiencia de ciertas actividades económicas alternativas, necesarias y sustentables, algunas de ellas versiones dinámicas de las actividades tradicionales. Y por supuesto seguir comunicando a la población local todo lo que hacemos y por qué lo hacemos.”