29 de diciembre de 2023

2024: La Paz mundial es posible

Sandino Gámez



No creo ser el único en pensar el año nuevo como una oportunidad para reflexionar sobre la vida, la vida individual y la vida colectiva. Más allá del límite biológico de mi existencia, de la experiencia de cinco décadas, de la dicha y el dolor contenidos, y el diálogo constante con el pasado y las promesas del futuro: es un privilegio exhalar, producir, sembrar para otros. 

Vivo en un lugar que se llama La Paz por obra de una mente lúcida. Quiero decir: el lugar se llama La Paz. Que yo viva aquí es obra de mi familia: mi madre, mi padre, mi hermana, mi compañera y mis hijos. La Paz se llama así porque una persona excepcional, en una época excepcional y con poderes políticos excepcionales dio este nombre afortunado: La Paz, a un punto geográfico que tenía hasta ese momento un nombre castizo  infausto, donde habían pasado y pasarían todavía después eventos terribles para sus habitantes originarios. Estos llamaban Airapí a este lugar y hoy podemos nombrar con esperanza: La Paz Airapí a este lugar donde tantas personas convivimos, trabajamos, nos educamos y construimos. 

Que La Paz se llame así tiene mucho sentido histórico y es una herramienta útil en el presente: la paz (con minúscula) es el propósito de toda persona buena desde que el mundo es mundo. En una humanidad que ha sufrido y sufre de la violencia constante y de su máxima expresión: la guerra, que el símbolo de la paz se instaure y prospere no es por temor ni indolencia. Todo lo contrario: la paz, la paz mundial, la paz interior, la paz entre individuos, colectivos y naciones es un hermoso destino.

Los mexicanos tenemos un himno nacional que sabemos de memoria aunque es poco reflexionado. Sin duda parecerá que fuerzo mucho su significado cuando me uno a quienes piensan que no es un himno para la guerra sino para la paz. ¿Cómo, si la palabra “guerra” aparece en su estribillo y en todas sus estrofas con excepción de la primera? Precisamente, la clave está en esta su primera estrofa: “Ciña, oh, patria, tus sienes de oliva // de la paz el arcángel divino // que en cielo tu eterno destino // por el dedo de dios se escribió.” El eterno destino de la patria mexicana es la paz. El dios del poeta lo ha escrito en el cielo con su propio dedo. La corona de olivo, el olivo de la paz, la coloca su arcángel-ministro sobre la cabeza de la patria. 

“Si vis pacem para bellum”, si quieres la paz prepárate para la guerra, es uno de los dichos más antiguos en este hemisferio de mundo. En el otro hemisferio incluso pacifistas tan profundos como los taoístas previenen sobre la violencia y el uso de las armas y la guerra: forman parte de la realidad del ser humano; pero son nefastos. El sabio, el guerrero, el noble recurren al uso de la violencia sólo en casos inevitables. Cuando triunfan, lejos de vanagloriarse toman la victoria como quien debe vestir de luto. “La guerra es la paz” es el lema del Gran Hermano de la novela 1984 de George Orwell: quien lea completa esta obra comprenderá por qué es una previsión para la hipocresía y el cinismo de los políticos sin escrúpulos.

Repito, la guerra, la violencia, es una realidad que los filósofos no niegan ni los grandes humanistas y pacifistas eluden considerar. Nuestra historia escrita desde Sócrates y Hillel; desde Tomás Moro, Juana de Asbaje y Voltaire; desde Walter Benjamin, Mahatma Gandhi y Hannah Arendt; en México: desde Joaquín Fernández de Lizardi, Benito Juárez y Lázaro Cárdenas; aquí donde vivo: desde Sebastián Vizcaíno, Manuel Márquez de León y Modesto Rolland Mejía; la acción es evidente, si quieres la paz: lucha por ella. Actúa. Exige. 

La espiral de la historia humana podría resumirse en la historia de la lucha de clases, de la civilización contra la barbarie, de la humanidad contra la deshumanización del prójimo: pero la paz sin duda es destino. Immanuel Kant, el filósofo ilustrado y una de las mayores mentes que ha dado la humanidad moderna lo predijo. Previó la existencia de la Organización de las Naciones Unidas, la Unión Europea y un universo repleto de galaxias que luego los telescopios confirmaron. Profetizó con mucha claridad un futuro de paz perpetua. Pero nada más lejos que la paz de los sepulcros: es la paz y la prosperidad que se asoma en cada niña y niño recién nacido. Sobre la guerra siempre habrá una fuerza más poderosa aunque parezca débil y dúctil como el agua: el amor y su expresión natural, la vida.

Escribo esto mientras caen bombas a lo lejos destruyendo en un instante familias enteras, comunidades, historias. Aquí muy cerca, en mi colonia, desaparecen jóvenes que deberían tener décadas de energía vital para los suyos. Por todas partes se siente y presiente una violencia despiadada que abarca la política, la economía e incluso el tránsito en las calles. Cientos de miles de seres arbóreos se pierden en la ignominia de una suerte de monstruo que avanza sobre todo el mundo contaminando los mares, el cielo y el suelo. La sombra del cambio climático, la guerra entre los pueblos, la violencia del crimen organizado, la enfermedad y la indiferencia parecen una avalancha insalvable. Yo mismo me siento herido en el rostro, los brazos y la espalda mientras intento cubrir a mis hijos con palabras de calor y esperanza. 

Vivimos en La Paz, pero no en la paz. Hasta aquí llega el lamento de quienes pierden a sus seres queridos para siempre entre los escombros, la fosa clandestina y las balas. Hasta aquí llega la violencia física, material y simbólica sobre una mayoría que vive en la desdicha. Leo las noticias mundiales, nacionales y locales mientras curo mis huesos rotos y pongo ungüentos sobre mis tejidos contundidos. Mis sentimientos, mis sentidos, fluyen y oscilan en un equilibrio precario de un conocimiento acumulado en casi medio siglo que no quiere caer en el pesimismo ni la ingenuidad. 

Recuerdo esa figura clásica de la flor en la que coinciden los poetas del Anáhuac y los filósofos escatológicos del viejo mundo: “De la rosa sólo nos queda el nombre”. Recuerdo en específico al poeta y rey Netzahualcóyotl: “¿acaso sólo como a una flor nos tratas?” Porque para todos ellos la flor es bella pero, como dice Sor Juana: “también serás desdichada”. 

Oscilo y sin embargo tengo presente dónde me apoyo. Siento en mí a mi madre y mi padre, mis abuelas y abuelos, mis queridas tías y tíos: cómo lucharon para que llegáramos a este punto. Me es evidente, venimos al mundo a prologar la vida: la flor se convierte en fruto y el fruto en semillas, las semillas en una nueva miríada de seres, flores, frutos y semillas. La vida no es fácil pero es igual a un milagro, una maravilla. 

¿A dónde va mi pensamiento? Me interesa sembrar, construir, unir, crear. Escribo porque entiendo que las líneas pueden ser surcos y las palabras semillas. Las ideas pueden servir de cimientos, columnas, trabes, paredes o techos. La voluntad que expreso: ¿crea algo nuevo? Sé que sólo continúo un muy viejo sendero. Quizá todo lo que hago está destinado a diluirse, destruirse y perderse en el infinito de este pequeñísimo microuniverso que es mi tiempo, la frágil química de mi intelecto, la limitación de mis ojos y mis dedos. Pero quiero decir algo más antes de concluir con ello. 

Contamos los días, meses y años. Hoy decimos que está por comenzar un año nuevo, un ciclo nuevo. Desear lo bueno no es suficiente. La esperanza puede ser dual, como muestra el mito de Prometeo y la caja de Pandora. La dicha, la felicidad, la prosperidad, quizá deban ser pasajeras, efímeras y finitas para ser ciertas. ¿Pero quién duda que estamos hoy, aquí y ahora, vivos, juntos y unidos? Unidas y unidos en un lugar y tiempo. ¿Qué haremos? ¿Qué podemos hacer antes de un nuevo ciclo? ¿Cómo nos preparamos para un futuro cercano o lejano en nuestro universo —pequeño o extenso— que hoy compartimos?

Querida familia, parientes, queridos vecinos, colegas, queridas amigas y amigos, mis estudiantes: estemos, trabajemos juntas y juntos. Si vienen mejores o peores tiempos: ¿acaso no es mejor esta unión que infunde fuerza a nuestros cuerpos y espíritus? 

Infancia es destino. Que nazca en La Paz este 2024 una paz niña que llene el mundo entero con su vida y que de su respiración se alimente todo lo bueno. Luchemos por la vida. Venzamos los falsos finales y apartemos los falsos comienzos. 


Diciembre de 2023

sandinogamez@gmail.com