28 de diciembre de 2012

2012, año de la lectura en Baja California Sur


Sandino Gámez Vázquez*

Leer es un derecho humano y constitucional. La lectura permite el acceso directo a las fuentes de la cultura y provee de una parte grande del patrimonio intangible que tiene unida a la nación: la historia y la lengua. Es una historia que nos otorga la noción de un pasado común y nos dota por lo tanto de un presente y un futuro compartidos. Es una lengua que permite abrevar en mil años de conceptos y tradiciones de pensamiento y acción, y sirve de puente hacia las tradiciones de otras lenguas.
Pero también hay un sentido práctico por el cual saber leer es un derecho humano y debe estar garantizado su acceso como una obligación del Estado: nuestra sociedad se basa en la letra escrita para plasmar los derechos sociales fundamentales.
Por sí sola la lectura se hace indispensable en la formación que una comunidad da a sus individuos: porque los hace ciudadanos que pueden conocer su tradición, su historia y sus derechos. ¿Hace mejores ciudadanos la lectura? Visto de una manera positiva sí: porque el conocimiento social adquirido por los lectores refuerza el compromiso con la comunidad y la obligación cívica. Aunque esto no sucede de manera absoluta: tenemos grandes lectores que han sido una desgracia para sus comunidades, para sus países o para el planeta. Así como iletrados, analfabetas y ágrafos que han sido causantes de las mejores cosas que hoy disfrutamos en el mundo.
Por ello la defensa de la lectura como derecho humano y constitucional no versa sobre su “bondad” en un sentido moral o ideal, sino por un sentido práctico y estratégico, para la nación o para el Estado, para la cohesión y prosperidad de nuestras comunidades, y para la convivencia armónica con nuestros contemporáneos.
El Estado, como administrador de la cosa pública, debe garantizar el acceso a la lectura y para ello requiere de instituir una política pública que fundamente los planes, programas y acciones de los tres poderes. Por lo común en nuestro país se confunde esta política pública con la política de gobierno, y se deja en este último la responsabilidad entera de garantizar el derecho. Sin embargo, el poder que hace las leyes y el poder que las interpreta también están obligados. La iniciativa de esta política pública, claro está, puede comenzar a generarse desde una política de gobierno, como está previsto en las leyes.
En el caso mexicano, la actual política de gobierno está contenida en la Ley de Fomento a la Lectura y el Libro, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 24 de julio de 2008. Es un documento que evidencia sus limitantes desde el momento que se coloca de manera única dentro de las “garantías constitucionales de libertad de escribir, editar y publicar libros sobre cualquier materia, propiciando el acceso a la lectura y el libro a toda la población” (artículo tercero). Su propósito original es garantizar los derechos de quienes producen los materiales de lectura; y sólo indirectamente garantiza los derechos de los lectores. No define en momento alguno qué se entiende por lectura en esa normativa y es, en general, una ley declarativa de buenos propósitos y decorativa en sus consecuencias prácticas. Crea un consejo federal de fomento a la lectura y el libro, y obliga a los estados de la federación a hacer lo mismo.
En Baja California Sur, el Gobierno del Estado, presidido por Marcos Covarrubias Villaseñor (2011-2015), basado en esta ley federal instaló en octubre de 2011 el Consejo Estatal de Fomento a la Lectura. El consejo está presidido y técnicamente organizado por la Secretaría de Educación Pública de B.C.S., y se encuentra conformado por diversas secretarías, las direcciones de cultura de los ayuntamientos, diputados locales, representantes del Tribunal Superior de Justicia, representantes del gremio de comunicadores y de los escritores sudcalifornianos.
Por parte, la XIII Legislatura del Congreso del Estado aportó el borrador de una iniciativa de ley estatal de fomento a la lectura, muy similar a la ley federal. Además, significativamente, declaró al año 2012 como año de la lectura en Baja California Sur.
Ha transcurrido más de un año desde que comenzara este proceso de generación de una política de gobierno en materia de lectura en el estado y el avance ha sido sustancial, aunque poco visible: la reflexión sobre la ley, los programas y acciones de fomento a la lectura, y el conocimiento de experiencias distintas generó una toma de conciencia en quienes dirigen los organismos encargados de la política de gobierno sobre las implicaciones del fomento a la lectura y al libro. Por su parte, tanto el Consejo Estatal de Fomento a la Lectura como la Comisión de Asuntos Educativos y de la Juventud del Congreso del Estado han sido receptivos a establecer un planteamiento nuevo y sólido para dar origen a una política de Estado que no se encuentra en la ley federal. Como intentaremos mostrar en entregas siguientes, esta dirección incide benéficamente en el ámbito estructural de la sociedad sudcaliforniana, en lo cultural, la participación política y la productividad económica alrededor de la letra escrita.
En resumen, puede decirse que se cumplió, así sea en lo general, con el propósito del legislativo que decretó a 2012 como año de la lectura en Baja California Sur: comenzó la atención institucional en el tema. Las acciones que se realizaron en este sentido desde el Instituto Sudcaliforniano de Cultura y la Secretaría de Educación Pública tuvieron una utilidad de diagnóstico y ensayo.
Como veremos, este 2013, aunque no lleve un decreto de por medio, será el año del acceso a la lectura. Así quizá el 2014 podría ser el “año del libro” en esta California mexicana, todo depende de cuánta atención dedique ahora la sociedad civil sudcaliforniana, los ayuntamientos y los comunicadores de la iniciativa privada a este propósito de construir ciudadanos conscientes, informados y participativos para el mejoramiento de nuestras comunidades.


*Coordinador de Fomento Editorial del Instituto Sudcaliforniano de Cultura. sandinogamezisc@gmail.com.

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