20 de enero de 2011

Aunque no votes, sí cuentas


Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. El pueblo sudcaliforniano habrá de demostrar la validez de este dicho durante y después de las elecciones locales del próximo 6 de febrero de 2011. Es la primera y quizá la única vez que los sudcalifornianos podrán elegir ayuntamientos y una legislatura con un periodo de duración de cuatro años y medio, en lugar de los tres años comunes. Esto significa que los regidores y los presidentes municipales tendrán el tiempo suficiente para establecer administraciones competentes y solucionar los graves problemas que arrastran los ayuntamientos. También, al contar con una mitad más que su periodo regular, los diputados locales podrán debatir, consensuar y expedir las leyes que requiere Baja California Sur para favorecer los intereses de la sociedad local.

Bajo esta circunstancia histórica, insisto: probablemente irrepetible, los sudcalifornianos deberían estar más interesados en comprender y valorar las propuestas de las planillas edilicias, la orientación ideológica de los candidatos a diputados y la plataforma política de los partidos que los tienen en sus listas. Tal vez acudiendo a las oficinas de los partidos políticos o quizá a las casas de campaña de los candidatos se puedan conseguir estos documentos básicos. Deben existir en alguna parte, porque se supone que es un requisito obligatorio exigido por el Instituto Estatal Electoral para registrar candidatos o planillas (artículos 32 a 37 de la Ley Electoral de B.C.S.). En los hechos, lo único que el ciudadano común tiene a su disposición para decidir su voto son las declaraciones públicas, los eslóganes de campaña, los volantes y trípticos y, en mayor medida, las fotos de los rostros de los candidatos. En estas condiciones, ¿cómo decidir cuál es la propuesta política, el perfil ideológico y el plan de acciones que mejor conviene a nuestros municipios y estado?

Se trata de una ficción pura, lo sabe la mayoría del electorado. Los partidos son sombras grises de lo establecido no sólo por la teoría política, sino especialmente por la Constitución Mexicana: “entidades de interés público” cuyo fin es “promover la participación del pueblo en la vida democrática” y, “como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de estos al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan” (Art. 41,i).

Pero incluso si los partidos mostraran una plataforma ideológica, la escasa relación entre partidos y candidatos en la última década no ayudan al ciudadano elector a establecer una diferencia significativa entre los candidatos sobre los que debe elegir. A esto hay que agregar, además, que al menos en Baja California Sur el Instituto Estatal Electoral en su campaña promocional de las elecciones locales no ha advertido en ningún momento a los ciudadanos sobre cuáles son las atribuciones y cómo es el funcionamiento interno de los ayuntamientos y el congreso del estado.

Dado el elevado costo del Instituto Estatal Electoral y el hecho de que sólo se nota su actividad en la víspera de una elección estatal, ¿cómo es que no cumple su responsabilidad manifiesta de “promover y difundir los principios y valores de la cultura democrática” (Art. 86 de la Ley Estatal Electoral de Baja California Sur). Lo que hace en la actualidad es solamente llamar a votar. ¿Acaso no es lo más básico explicar clara y sencillamente al ciudadano el poder que está delegando con su voto?

Si los ciudadanos supieran más sobre el funcionamiento del congreso local y las funciones de los diputados, ¿no tendrían mayores oportunidades para discernir cuál es el candidato más conveniente para representarlo? En una sociedad que se rige por leyes, leyes aprobadas por diputados, ¿no es necesario pedir un mínimo de sabiduría de la vida y respeto por la justicia en el candidato de nuestra elección?

En el caso de los ayuntamientos esto es aún más complejo porque la suma de los regidores tiene más peso en las decisiones del cabildo que el presidente municipal. ¿Pero quién escoge a los regidores? Esta es la parte más opaca del sistema electoral de Baja California Sur y la que tiene las consecuencias más graves sobre la sociedad local. Porque los regidores deciden los cambios de uso de suelo, aprueban la instalación de los nuevos asentamientos humanos, otorgan los permisos para la instalación de expendios de bebidas embriagantes, donan o venden las áreas de uso común o “demasías” en ciudades o pueblos, fraccionamientos o colonias, entre muchas otras facultades sobre el desarrollo territorial y costero de los municipios.

Es tan grande el poder de los regidores que a ellos les debemos en los últimos cinco años la instalación de las macroplazas comerciales en los cruces de las principales vialidades de La Paz, la escasa aportación financiera de los “desarrollos turísticos” a los municipios y los conflictos de tráfico en todos los nuevos asentamientos urbanos de esta capital. ¿Quién escogió a estos regidores tan poco útiles para el interés colectivo de los habitantes de nuestras ciudades y pueblos? En apariencia los ciudadanos que acuden a votar. Pero no. No hay siquiera un proceso interno en los partidos para su selección. Las listas de regidores se establecen por cuotas de poder o sobre la base de favores económicos para la campaña electoral. Por ello el nivel político de los regidores con gran frecuencia es mínimo: son familiares cercanos de políticos influyentes, empleados de confianza de empresarios o líderes de partidos familiares o de membrete. Pese a su carácter determinante en la conducción de la cosa pública en los municipios, prácticamente ningún regidor es conocido o, mejor, reconocido al final de su gestión.

En los hechos, el sistema electoral sudcaliforniano está diseñado para que los electores sólo pongan atención en los candidatos a gobernador y a presidentes municipales. Se nos pide, de esta manera, que votemos por ciertas personas, básicamente una sola. Y una vez que la hayamos votado y haya salido electa, nuestra participación ya no es necesaria.

Volteemos hacia atrás y recordemos cuántas ocasiones los candidatos una vez electos cumplieron sus compromisos de campaña. ¿Por qué, si es que somos una democracia, no tenemos herramientas probadas para evitar que nuestras colectividades dependan de voluntades únicas? ¿Es imposible exigir a los gobernantes y representantes un mínimo de coherencia? ¿Estamos condenados a ser rehenes en los asuntos públicos de la competencia o incompetencia de unas pocas personas? Estas personas, a las que llamamos políticos, y que cuando detentan un cargo público llamamos gobernantes o “representantes populares” son los menos capaces y menos interesados en que el actual estado de las cosas cambie.

Después de este 6 de febrero de 2011, tanto si se acudió a votar, si se nulificó el voto o no se ejerció este derecho a elegir entre un grupo de políticos tan relacionados entre sí que es casi indistinto quién resulte vencedor, el día 7 de febrero se seguirá siendo un ciudadano y habitante de este estado. Y a partir de marzo y abril seguirá siendo afectado por las decisiones de los regidores, el criterio de los diputados locales y, especialmente, el fabuloso poder conferido constitucionalmente a la persona que lleva el cargo de gobernador de los sudcalifornianos.

Así, no sólo los que votan tienen derecho a exigir a quien votaron el cumplimiento de sus promesas de campaña. También los que no votaron por él o los que no acudieron a votar deben exigir el cumplimiento de los preceptos constitucionales de hacer una administración de la cosa pública para el bien común. Por esto la cuestión no es votar o no votar, ni elegir al menos peor o anular el voto. La cuestión es qué hacer durante los próximos cuatro años y medio para que estas personas investidas con cargos públicos de elección popular actúen en beneficio del interés colectivo y no del interés de pequeños grupos económicos o políticos, como acostumbran.

En la resolución de este importante, decisivo y fundacional asunto se requieren muchas manos y mentes, pero no hay nadie más obligado que un sudcaliforniano o una sudcaliforniana. ¿En qué otro lugar de México existe un gobernador para tan sólo seiscientos mil habitantes? ¿Acaso la fortuna no nos ha concedido la oportunidad más fácil de tener el gobierno que nos merecemos?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Honor a quien honor merece: "Cada pueblo tiene el gobierno que se merece" lo dijo Montesquieu.

El agotamiento de la "clase" política y de los "parties" políticos (¡vaya fiesta!)en la localidad es el reflejo nacional y global del proyecto civilizatorio emprendido por la burguesía.

Puedes ver a todos los políticos al finalizar sus períodos, y a sus esposas, montar "boutiques" y negocios frutos de la "democracia". Los que se dicen clase política persiguen el proyecto burgués sin más, ni más. Y como los sacerdotes dicen: "trabajar aumenta la dignidad" pero nunca he visto a un político ganarse la vida con su sudor. Así que, aparte de considerar "clase" a estos simios con un muy mal gusto hay que considerarlos "intelectuales", "racionales".

Antiguamente, las excentricidades de estos ricos eran canalizadas a invertir en estatuas, monumentos, instituciones renovadas; cosas dignas de ser apreciadas por las generaciones futuras que no sea sólo para su propia estirpe (¡juniors!). Si esto no es agotamiento de una "clase" por mantenerse en el poder ¿de qué otra forma llamarle a estas banalidades, la necedad del PRD por no perder su pretendida hegemonía en BCS?
Pero hay que decir más sobre estos simios apenas en evolución. Desde el neolítico hasta nuestros días el sacerdocio ha sido una de las profesiones más antiguas (como la prostitución). Y habrá que decir que el sentimiento de religiosidad tampoco estaba separado del acontecer cotidiano para explicar sus fenómenos y la mismas reglas con que se estatuía la cotidianidad.

La profesionalización del sacerdote evoluciona gradualmente hasta su forma secular, más o menos, desde T. Hobbes. Lo que anteriormente era propio de la actividad del sacerdote: los asuntos de política, religión, metafísica y ciencia, estas mismas actividades quedan profesionalizadas con la aparición de las sociedades industriales y la demanda de especialización.

Así que este agente "nuevo" de la secularización: el político de oficio, se adscribe para sí actividades atribuidas a su conformación de grupo; pero, no es más que las distintas configuraciones con que el animal racional expresa sus capacidades biosociológicas. La actividad política suple el discurso sacerdotal con el mismo efecto: sedar eso que llaman ciudadanía. Tal concepto es un constructo del sacro imperio romano para diferenciarse del pagano y, hoy en dúa, sigue siendo un "incivilizado" los que no atienden a su condición de ciudadano, mediatizado en vez de educado.

El sentimiento de religiosidad que experimenta el ser humano no es otra cosa que una de las configuraciones con que la cohesión social se expresa, una conducta guiada que no es exclusiva de la religión (también están el juego y actividades lúdicas, las interacciones vis-a-vis...). Marx tocó este tema en "La cuestión judía" elevando, por primera vez, una categoría ética a su concreción económica: la usura es un concepto judío y Marx dedicó su vida a las categorías económicas una vez aprendida la filosofía y la historia de la época.

Retomando "La cuestión Judía", la conquista de los derechos humanos es explicada como el desarrollo de la conciencia humana por identificarse a sí con sus necesidades en una compleja red de relaciones en que las apariencias de un mundo concreto se polariza ya como sentimiento de religiosidad, ya como obligación ciudadana. El sentimiento religioso, en este caso, la actividad política, importa menos que la dirección impresa por estos ideales al moldear a la humanidad entera.

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Anónimo dijo...

Valdría la pena considerar la actividad política como atribuciones de un grupo específico, quiérase llamar de clase, y si realmente existe en el discurso una actividad política en BCS. Más bien hay una "lumpenburguesía" como definieron los autores latinoamericanos para referirse a estas clases emergentes del poder, después de la descolonización. Ese es el verdadero subdesarrollo: simios incapaces de verse a sí, miopes en tierra de ciegos.
Por eso el poder en BCS no es un poder político: es la expresión de ciertas familias empoderadas. La ciudadanía no es capaz de adjudicarles mejores tareas a sus gobernantes porque ella misma esta anulada de antemano.
La biosociología de Pierre van den Berghe ofrece este nexo fenomenológico para explicar un arista de los aspectos biosociológicos (una crítica al antropocentrismo: el animal racional convive no solo con su embriaguez narcisista sino con distintas biocenosis). El poder, básicamente, es otra expresión del animal homínido, principalmente asociado a los principios de parentesco (el patriarcado como máxima unidad), la exogamia (hijos de políticos casados con otros hijos de políticos) y las afinidades electivas (en un nivel sicológico: se ayuda más a los amigos de familiares que a extraños). Las construcciones burocráticas e institucionales son también prolongaciones de su propia naturaleza humana, no son mero objetos.
Marx apunta: "vemos aquí como el naturalismo o humanismo llevado hacia delante se distingue tanto del idealismo como del materialismo y es, al mismo tiempo, la verdad unificadora de ambos. Y vemos, al mismo tiempo, como sólo el naturalismo es capaz de comprender. la historia universal. El hombre es directamente ser natural. Como ser natural y como ser natural vivo se halla dotado, en parte, de fuerzas naturales, de fuerzas vivas, es un ser natural activo... Los objetos de sus instintos (...) son objetos de sus necesidades (...) indispensables para el ejercicio y afirmación de las fuerzas de sus ser.
Hay que llegar a una conclusión: las instituciones como tales son objetos exteriorizados de su propia naturaleza, lo que llamarían algunos: instinto gregario. Considerando esto, lo que Norbert Elias llama "evolución, desarrollo social e historia" en "La Sociedad Cortesana" cobra sentido para diferenciar la biología y lo social como actividad en el pasado.
No es de extrañar que el concepto de oligarquía esté estrechamente ligada al concepto de república en Aristóteles, quien afirma que la democracia y la oligarquía son perfectas para la república: las familias corruptas viven bien en un pueblo dormido. Me recuerda a cierto país.

Habría de considerar si, a la luz de la evolución biosociológica, la oligarquía no ha sido más que un lastre primitivo de nuestras primeras formaciones sociales apenas teorizada hace 2 mil años por los griegos cuyos constructos hoy están tratando de abolirse como lo fuera el poder absoluto de la iglesia. Las formaciones sociales también poseen vida media, aunque sobrepase la expectativa de vida de un profano.

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Anónimo dijo...

Sobre la vida política bastante metafísica hay, y hay que decir también que los rituales religiosos son susceptibles de modificarse. Si "la fiesta cívica" es tal no es sino porque es una forma de misa: el político y el sacerdote son lo mismo, equivalen a exégetas. Ya Marx en "Dialéctica y Filosofía Hegelianas" describe al político y al filósofo como sacerdotes...

Se me ocurre que, siguiendo a Marx, apenas la actividad crítica, en su forma práctica y teórica, podría ser el tipo de dirección con que esta humanidad-inercia tropieza durante su evolución sociohistórica y biosocial para constituirse como seres objetivos, es decir, individuos inmersos en sociedades interdependientes, dinámicas y cambiantes; sin embargo, su única condena es reproducir la unidad orgánica de su secuencia genética en distintas variaciones, más o menos, irrepetibles dentro de formaciones sociales.

Así de creativa es la evolución, para que luego no se me tache de determinista o darwinista. A mi favor puedo decir que Marx estaba muy al corriente de estos temas en su época, y en antropología tenía a Morgan para sustentar el materialismo histórico desde una perspectiva antropocéntrica.

Si esta actividad crítica ofrece algo, debería de incidir en las convenciones de la vida diaria en el cuál se estatuye el referente cotidiano de sus súbditos. Apenas en la práctica definiremos nuestro devenir que haciendo más metafísica de estos elementos biológicos o políticos.

En concreto: elevar hasta sus últimas consecuencias el artículo 39: "La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno."

Segundo, derogar, o bien: modificar el artículo 40 que enseguida cancela toda capacidad de inventiva por una visión unilateral de la vida constitucional republicana: "Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, federal, compuesta de Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior; pero unidos en una Federación establecida según los principios de esta Ley Fundamental".
Valdría la pena reinventarlo todo para estatuirlo así, a riesgo de metafísica: (habría que definir la soberanía como un agente, un actor y no una categoría abstracta): "Es voluntad del pueblo, o sea, de la soberanía, asociarse en una república participativa, laica, ya autogestiva, ya adscrita a la federación compuesta de ciudades-estado, cantones, regiones, comunidades multiétnicas de Estados libres autónomos en todo lo concerniente a su régimen interior; pero unidos en una Federación establecida según los principios de esta Ley Fundamental".

De esta forma el artículo 41 invalidaría la función de los partidos por ejercer nuestra representatividad bajo los términos con que la misma sociedad se organice: "El pueblo ejerce su soberanía por medio de su participación asociada en los Poderes de la Unión (ejecutivo y lsgislativa".
Atentos a lo que sucede, valdría la pena que también el sistema judicial sea elegido por la ciudadanía. En todo caso, cabe preguntarse si "los poderes" de la unión son realmente efectivos, si son susceptibles de modificarse o no.

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Anónimo dijo...

Hay que invalidar el poder exclusivo de los partidos por representar a los de esta nación: no representan a nadie, sólo a su condición de clase (si es que tales simios tienen clase).

Esas sectas median entre ciudadano y las tomas de decisiones realmente importantes. Si no noy reforma constitucional. La verdad es que la constitución ya no resiste más parches: está obsoleta junto con su representatividad, sino hay que renovarla hay que hacer una nueva que enfrente el desafío de una nación multitétnica.

Darle paso a la eliminación gradual de los partidos por su sustitución con proyectos ciudadanos, candidaturas independientes para ir aboliendo poco a poco la representación partidista. Ya no figura como avance evolutivo sino una regresión para nuestros días.

Esta es una idea muy cercana a Gramsci acerca de la obsolescencia de los partidos a medida que la conciencia ciudadana tiene más referentes para identificarse a sí misma y con sus necesidades. Se supone que es "virtud" del animal racional la autoconciencia como los organismos sociales inexorablemente interdependientes que somos, y no meras unidades aisladas que habrá que arrear en tiempos de elecciones...

Nos estamos leyendo...

Jorge Iván Piñeda Meza. Tufo Iracundo